Pan y circo

Escribo esta entrada intentando abstraerme del fútbol, pero es imposible. Me llega cada movimiento de la selección española en forma de huuuuuuuuuuy nervioso y compartido, desde los cuatro puntos cardinales: al norte, las terrazas de los bares se han llenado de familias, atraídas por las pantallas de televisión en la calle, las bravas y las cervezas fresquitas; al sur, los fieles de la Iglesia Evangélica de todos los Santos del Señor del Séptimo Día corean las andanzas de la Roja con alegría y alabanzas al Altísimo, agradeciendo su intervención divina. Al este y al oeste los gritos de los televisores impiden que pueda concentrarme en otras cosas. El sonido del fútbol el omnipresente.

Mi barrio se llena de hombres, mujeres y niños con camisetas de La Roja, sonrientes, felices, con la cara pintada, cual guerreros preparados para la batalla. Y, digo bien, batalla, porque caminan sobre cenizas, esas que hace días trae el viento desde los cercanos infiernos de la Hoya de Buñol y la Serranía. Durante unas horas nadie se acuerda del desastre que convierte la Comunidad Valenciana en un lugar más triste, menos habitable, menos verde, porque, oye, hay fútbol. Lo demás no importa.

Va avanzando el partido y la selección española empieza a marcar goles. El sonido del fútbol sube al ritmo de la espuma de miles de cervezas: vuvuzelas, petardos, himnos coreados a voz en grito, cláxones de coches… No nos engañemos: la alegría futbolera es más guay si la expresamos a todo trapo, sin límites. Ya lo dice el Manual del Buen Futbolero: todo el mundo tiene que enterarse de qué equipo eres a 2 km a la redonda. Si no, no eres Buen Futbolero y la masa te repudia. Tienes que gritar. Mucho.

Hasta que La Roja gana nosequé y la histeria se desata. No importa que mañana sea un día laborable. No importa que nadie más que tú y tus cinco amigos igual de retrasados mentales estéis disfrutando de vuestro ruido. No importa que esa victoria no vaya a significar nada en tu vida, que no vaya a beneficiarte ni perjudicarte en nada. No importa que no hayas hecho absolutamente nada para conseguir esa victoria, que hasta se ha celebrado en un país lejano. Tú sientes que has ganado. Y tienes que gritar para expresar tu alegría y lo orgulloso que estás. Tienes que gritar mucho.

Y, nada, pues eso… mañana todo seguirá igual. Las provincias de Valencia y Castellón seguirán ardiendo sin control. El Presidente del Gobierno se esconderá tras unos logros deportivos en los que no ha tenido nada que ver. Tendremos que acostumbrarnos al repago farmacéutico. Pero, oye, no importa, SOMOS CAMPEONES DE EUROPA. OTRA VEZ.

10 comentarios en “Pan y circo

  1. Acostumbrarnos también a las subidas «no hay dos sin tres» que nos han regalado con redoble de tambores y vítores: luz, gas natural y butano…y olé! (ah no! que aprovecharon la histeria colectiva y el fuego valenciano para comunicarlo por lo bajini).

  2. Desde luego con vosotras no montaba un equipo femenino, jeje!!! Ya lo he dicho en alguna ocasión y creo q en este mismo foro: YO SOY PATEAPELOTAS, FUTBOLERO, BALOMPÉDICO o como queraís llamarlo, lo siento pero es así! Pero me alejo de histerias colectivas, porque no me van. Ni me pinto la cara, ni enarbolo banderas, ni me bajo a los bares, ni me baño en las fuentes… pero me gusta el fútbol y ayer elegí la intimidad de mi hogar y la posibilidad de verlo con mi mujer y dos peques para disfrutarlo en esencia, esa esencia que el mismo deporte ha perdido por el peso mediático, por la carga del patrocinio, por la saturación del esponsor de turno, por el vil metal q todo lo corrompe… y sobre todo, porque anoche, después del finde infernal q hemos vivido, muy, muy de cerca, la alegría quedó mitigada por la ceniza, el humo y el fuego :(…

    De todos modos, soy de clebraciones cortas, porque la q cae en el plano general me hace recordar a lo q el otro día me comentaba un amigo: ‘no sé si quiero parecerme a Brasil, el pentacampeón del mundo, y que al mismo tiempo nuestro territorio se convierta en una sucesión de fabelas’ … A mí no me sale a cuenta!

  3. Pos sí, como le he dicho a Peter esta mañana: España es como el tonto de clase, excelente en deportes y suspenso en todo lo demás. Campeones? Orgullosos? Que te chupe qué?

  4. La gente celebra estas cosas porque en su excepcionalidad es algo que les mantiene anclados a un mundo que se está desintegrando y cuya descomposición no quieren ver. Siempre ha habido celebraciones multitudinarias tras el triunfo de sus respectivos equipos en distintas competiciones deportivas, pero lo de anoche me recordó más a las algaradas por la victoria de los verdes en el hipódromo de Bizancio con los turcos a tiro de piedra o a un más prosaico «a follar, a follar que el mundo se va a acabar». De hecho raro fue el que ayer no pilló cacho.
    De todas formas actualmente cada uno lleva su propio circo a cuestas y no es estrictamente necesario acudir a los «organizados». Lo del pan… ya es otra historia.
    Besos Pérez! 😉

    • Lo de Bizancio podría entenderlo. Estaban construyendo un Imperio. ¡UN IMPERIO, JODER! Pero, ¿qué estamos construyendo ahora? Dicen que son modelos: solidarios, comprometidos, un equipo… ¿Son modelo de algo DE VERDAD? ¿Para quién? ¿Para la juventud? Pscheeee… No creo. Me temo que lo son por lo que cobran, por la fama y por las mujeres con las que comparten sus vidas. Y no voy a entrar en lo de tributar en Ukrania porque me está subiendo la tensión y me hago pis.

      Besos, HAMOR.

  5. Qué difícil tratar tantos temas tan amplios en tan poco espacio. Periodismo de altura.
    El del fútbol, el del orgullo nacional, el del desolador incendio en la provincia de Valencia y nuestra firme voluntad por cerrar los ojos (aunque sea por unos minutos u horas) ante la triste realidad. Pero la triste realidad no es otra más que una impotencia muy característica nuestra, que no sé si es miedo, conformismo o pura pereza (y no sé qué es peor). Pero bueno, no quiero añadir temas de complejidad… Me quedo con el tema más urgente: el de los incendios. No podemos permitirnos tener el monte como lo tenemos y esperar que no tenga consecuencias.
    Como sociedad (no sé otras sociedades, y no estamos hablando de ellas, no?) somos auténticos adolescentes.

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